El Señor nos ha creado para Sí mismo, para que publiquemos Sus alabanzas. Así que ofrezcamos siempre a Dios, por medio de Jesucristo, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan Su nombre.
Su nombre es Santo, el Eterno, Grande y Temible, poderoso en Fortaleza, el Hacedor y Creador, el Redentor y Dios de toda la tierra; Jehová de los ejércitos es Su nombre.
Nosotros, como linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios para que anunciemos las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a la luz admirable de Jesucristo, alabamos y magnificamos al Señor.
Presentamos nuestra vida y nuestras oraciones delante de Ti como ofrenda acepta y de olor fragante. El velo que nos separaba ya no existe más y ahora podemos deleitarnos contemplando la hermosura de Tu Santidad, a cualquier hora, cualquier día, ¡gloria a Dios!
Gracias por librarnos del lazo de la religiosidad que nos decía que sólo algunos o que sólo cumpliendo ciertos requisitos podíamos obtener el favor de Dios… ¡la Sangre de Cristo compró ese acceso para cada uno de los que hacemos a Jesucristo el Señor y Salvador de nuestro corazón! No hay acepción de personas, no hay favoritos y no hay uno que lo merezca, es un regalo inmerecido que Tú, Soberano Señor, nos das.
Ciertamente esa es la razón de nuestra alegría y nuestro agradecimiento, hemos hallado gracia delante de Tus ojos y nos has preservado para alabanza y gloria tuya.
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